16 de agosto de 2011

Relación Arquitecto-cliente, nuevas maneras de entender la profesión



Nuestra profesión tiene como base fundamental un fin social que se ha perdido en pos de los intereses económicos que mueven al mundo. Desde nuestra posición de Arquitectos estamos por la labor de cambiar esa relación CLIENTE-ARQUITECTO que nunca debería haberse perdido, aunque creemos que tampoco ha existido.
"QUE HACER, COMO HACERLO?"... Los arquitectos deben conocer y atender a sus clientes uno a uno, familia por familia, cara a cara.
La falta de comunicación que existe entre arquitectos y usuarios y que prevalece en el mundo es la causa principal de muchos errores que suelen cometerse y que padecen luego los usuarios.

HE AQUÍ UN INTERESANTE Y DIVERTIDO RELATO [Fragmento extraído de http://www.catalogoarquitectura.com/Blog/post/2011/02/11/Arquitecto-y-cliente-en-un-tipico-proceso-de-obra.aspx ]

Creo que este fantàstio artìculo de Rodolfo marca el proceso de relaciòn tìpica de toda obra
El proyecto terminó satisfactoriamente, luego de haber superado una mínima discusión por alguna evitable ventanita posmodernista, que aparecía en la fachada. Suenan entonces los violines… y empieza la obra. Se acaba de iniciar la:
• Fase 1
El cliente está contentísimo porque en cada visita que hace a la obra observa cambios impresionantes. Las paredes desaparecen de un día para otro, si se trata de una reforma, o la casa crece un piso por semana si es una obra nueva. La velocidad del hormigón armado es realmente asombrosa.
“Quiero decirte que estoy muy contento. Esto va rapidísimo!, creo que vamos a terminar antes de lo que pensábamos!”, dice, eufórico, nuestro cliente.
• Fase 2
Albañilería gruesa y plomería terminadas. Avanzan los revoques. Es entonces cuando se produce la primera, fatídica, visita del domingo.
La escena es así: La obra está, por supuesto, vacía, sin obreros. Pudiera suceder que llueva, lo cual empeora todo porque todavía no están terminadas las aislaciones de la cubierta y caen algunas gotas espaciadas sobre el contrapiso del cemento. El cliente abre una puerta y da un paso hacia adelante, en compañía de su mujer y de una amiga “que no es arquitecta ni nada, pero que tiene mucha idea…” Aparece entonces, ante la expectativa de los visitantes, un silencioso panorama cruzado por puntales de madera irregularmente apoyados en las paredes, una ruinosa parodia de mesa ubicada en el centro del ambiente, sobre la cual yacen un pedazo de diario viejo y una botella de Coca-Cola vacía. Una pila de cajas de cerámica tapa gran parte de la visión. En un rincón se acumulan escombros que no alcanzó a llevarse el último container.
Dice entonces el cliente. “Este es el living. Decime la verdad… ¿qué te parece?”.
La respuesta tarda segundos en abrirse paso entre el depresivo desorden, enmarcado por las paredes grises y el olor a humedad:
- Y… querés que te diga la verdad…a mí me parece un poco chico…! y, además… ¿no es un poco oscuro?
Eso no es todo. Los deprimidos visitantes coinciden por unanimidad en otro diagnóstico: “la obra va lenta” (“¿no se podría poner más gente?”) o el más contundente: “esta obra está parada”.
Las desalentadoras comprobaciones del domingo se transforman siempre en el llamado del lunes al arquitecto. ¿Cómo explicarle al cliente, mi querido colega, que es casi imposible percibir el tamaño de un ambiente atravesado por palos, sin luces, sin muebles ni plantas?
¿Cómo convencerlo de que los lugares parecen oscuros por la falta de la reflexión de la luz en paredes sin pintura?
¿Cómo hacerle comprender que la obra parece lenta porque no crece ni cambia espectacularmente como antes, pero que avanza normalmente?
• Fase 3
Se mueven por la obra los colocadores de cerámicos y se insinúa ya la presencia de los carpinteros y los pintores. El cliente, el mismo que durante la demolición (o el hormigón) se mostraba tan respetuoso y no intervenía para nada (“lo que vos digas está bien… y no me meto… vos sos el que sabe…”) avanza directamente sobre José, el colocador, y le da órdenes. Quizás el pecado original lo cometió José (¿cómo saberlo?) cuando le preguntó un día, como para romper el hielo: “¿Y, qué le parece? ¿Cómo está quedando? ¿Eh?”. El cliente, que durante esta etapa va todos los días a la obra, empieza a percibir como superflua la intervención del arquitecto. ¿Acaso José no se muestra dócil ante sus requerimientos y el pintor no cambia los tonos siguiendo sus sugerencias? Poco después también empieza a percibir como superflua la intervención del constructor y hasta la del capataz.
Una duda lo asalta: ¿Y si hubiera hecho la obra directamente con José, con el pintor y con el carpintero?
En ese momento se olvidó ya por completo de su fascinación por el proyecto que jamás se le hubiera ocurrido a él, de la organización de la obra, de lo que significó haber encontrado a José, y que, además, llegase en el momento oportuno, etcétera. Esta crisis alcanza su clímax el día en que nuestro cliente llega a la obra una hora antes que su arquitecto y detecta una fila de cerámicos mal colocados por José: “Vos me pedís que no dé órdenes en la obra –nos dice con aire de suficiencia-, pero si yo no hubiera llegado a tiempo…”
• Fase 4
El cliente se mudó a su nueva casa. Hay una canilla que no cierra y además siempre, siempre, hay una gotera. O quizá pase agua por la infaltable lucarna. Por si fuera poco, algunos ambientes no responden a la imagen interna que creció en la mente del cliente durante la etapa de proyecto. En las revistas de decoración los ambientes parecen tan grandes.
• Fase 5
La gotera fue arreglada. La casa tiene, por fin, plantas, cortinas, alfombras y luces bien ubicadas, sin todo lo cual no existe la ambientación ni la percepción del espacio ambicionado, porque luces, plantas y cuadritos son casi todo. Entonces los amigos felicitan a nuestros clientes. Ellos miran desde el living, que ahora les parece amplio, hacia las plantas del patio…y se sienten felices. ¿Llamarán a su arquitecto para decírselo? Por suerte, muchas veces sí lo hacen, y entonces nosotros somos, también, felices.
• Conclusión para colegas y clientes
Creo que estas etapas son casi ineludibles, cuando se trata de clientes-usuarios. Pueden venir con o sin fiebre, pero ocurren. Sus causas profundas son muy interesantes y escapan a la dimensión de este espacio. ¿Qué se podría hacer para aliviar la cosa?
Colega: entregue usted a su cliente una copia de este artículo al iniciar su próxima obra.
De nada.
Alberto Vivot
Articulo: El cliente durante la obra (Arq. Rodolfo Livingston)

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